• La implosión de Infinity Ward en 2010, tras la salida de sus líderes Jason West y Vince Zampella, dejó un vacío en el desarrollo de Call of Duty: Modern Warfare 3.
  • Sledgehammer Games, liderado por Glen Schofield y Michael Condrey, abandonó su proyecto de terror para asumir la tarea de salvar la entrega.
  • A pesar de la tensión creativa y la pérdida de personal clave, el equipo logró completar el juego, que se convirtió en un éxito comercial.

La historia de Call of Duty: Modern Warfare 3 estuvo marcada por la crisis interna de Infinity Ward, el estudio original de la saga. Tras el éxito de Modern Warfare 2, una disputa entre Activision y los fundadores de Infinity Ward, Jason West y Vince Zampella, provocó la salida de numerosos desarrolladores veteranos. Estos formaron Respawn Entertainment, dejando a Infinity Ward en una situación precaria para continuar la aclamada serie Modern Warfare.

En medio de esta crisis, Activision recurrió a Sledgehammer Games, un estudio fundado por Glen Schofield y Michael Condrey, quienes acababan de finalizar su trabajo en Dead Space. Inicialmente, Sledgehammer estaba desarrollando un spin-off de Call of Duty con tintes de terror ambientado en Vietnam, pero la urgencia de la situación les obligó a redirigir sus esfuerzos hacia Modern Warfare 3. Schofield se encargó de reescribir la narrativa, buscando un enfoque más personal y directo, inspirado en su experiencia viviendo en Manhattan.

El desarrollo fue un desafío, con Sledgehammer asumiendo la mayor parte del trabajo mientras los desarrolladores restantes de Infinity Ward aportaron su experiencia en ciertos niveles. A pesar de las fricciones creativas, como la muerte de personajes icónicos, el equipo logró entregar un título que, aunque criticado por su linealidad cinematográfica, fue un éxito rotundo en ventas. El lanzamiento de Modern Warfare 3 no solo evitó el desastre para la saga, sino que consolidó a Sledgehammer Games como un pilar fundamental en la rotación de estudios de Call of Duty.